Seducción epistolar (V)

Ella (10):
“A ver señor mío, con mitad de nombre empecinado por empezar por J (le aseguro desde ya que no le tengo ninguna inquina a la letra,, joven) … me ha dejado en el libro de visitas una gata caliente un mensaje para su bondad, espero que tenga la bondad misma, para contestarle en su página, que esto de hacerle de Celestina me viene mal y en el peor momento.
Después… que me siento halagadísima don José (espero que no sea Ramón la otra mitad) por lo de que mis letras acaben residiendo en su disco duro de usted.
Y ahora si… divagas casi mejor que yo, te pregunto por tus cuitas y me sales con el espléndido día marino… ¿será del sur el señor? O con aquello de que es un sátiro en la red, con la masificación de sátiros que tiene ya.
Se me declara infiel. Venga, vale… ¿Infiel a qué o a quién? Y no sólo eso… sino que es leal, cualidad que le elogio, pero también debo preguntar si la lealtad sólo se la debe Ud. a alguien o es genérica. Y por último. Si los días que te tocan son tan plácidos, tan serenos, tan luminosos, J (¿B?) de mi vida, hazme sitio para unos cuantos, que estoy que desfallezco de tanto trabajar y necesito aplacar ciertas tormentas internas. No te preocupes, saldrías indemne, salvo alguna magulladura, o arañazo o mordedura inocua.
Besos escarchados de frío”
El (10):
“Pues no se lo va Ud. a creer pero la otra mitad de mi nombre es “Angel”. Así que, juntado con la otra mitad, lo tendrá completo. Y desvelado el misterio del nombre que le dirá muchas más cosas de lo que en un primer momento pudiera parecer, pasaremos al asunto de la ocupación de un espacio, de su utilización sin por ello abonar peaje o alquiler alguno. En primer lugar me apresuro a pedir disculpas porque alguien le haya utilizado dicho espacio para lanzar (o continuar) una diatriba contra mi alias (que no, en este caso, contra mi persona) En segundo lugar y como ya habrá imaginado cumpliendo aquél dicho de los “dos no se pelean si uno no quiere” y, añadiendo al mismo, mis tendencias a preservar todo tipo de paz, ni por asomo contestaré a ese mensaje, ni en privado ni, por supuesto, en público. Para estas cosas tengo sentido del pudor y, sobre todo, de la vergüenza. Por ello le pido perdón de antemano por las molestias que le pueda ocasionar. Y para acabar con este tema al que no quiero dedicarle ni un minuto más de nuestro valioso tiempo, dos cuestiones. Una es que, aunque parezca una justificación –y los de mi gremio siempre decimos “justificatio non petita, acusatio manifesta”- es que, con la escribiente en cuestión, fui amable durante un largo período de tiempo. Repito e insisto. Amable. Y un amable virtual siempre, ya que no tengo el gusto de conocerla personalmente.
Y lo que ahora me da vueltas en la cabeza y es mi preocupación es otra cosa. No te conozco. No sé quién eres ni si lo sabré alguna vez. Pero me importa saber de ti y de tus circunstancias…
Por hoy no puedo escribir más. Me voy a cortar el pelo aunque, la fuerza, la perdí antes.
Un beso … de puntos suspensivos. J.A.”
Ella (11):
“Pues haré todo lo posible por creérmelo… aunque menuda ironía irle a poner a Ud… Angel, nada menos.
Por lo de la gata no se preocupe, no me ha importunado en absoluto, apenas se ha dirigido a mi persona, salvo que me intrigaban los lazos que pudieran unirles. Por cierto… su gremio debe ser el de los letrados togados ¿si?. Conocía el dicho por otro compañero suyo de labor. No dudo de su amabilidad y de su afabilidad para con cualquier ser humano, sea del género que sea. Imagino que ella habrá quedado encantada con el tan amable José Ángel y, claro, como es de suponer anda buscándole las vueltas, cosa muy lógica y muy humana que no me epata en absoluto.
No me conoce, pero todo en esta vida tiene remedio, salvo la parca. Eso deduje de sus textos, que al menos algo le intereso… y hace bien en acicalarse y en contármelo. A mí, aunque divague mucho, me tiene Ud. detenida … y concentradísima… en su persona.
Un beso fluctuante.”
El (11):
“Esos besos, a latidos del corazón, los he sentido próximos. Tan próximos que casi he podido notar el aire caliente de tu respiración… Seré yo quién esté expectante en tu próximo correo para ver qué ocurre cuando irrumpa la “diástole”. Y me he permitido empezar así el correo por la calificación de lisonjero de la que me has imbuido. Generosa calificación por otro lado… Si continúas por ese camino puedo inundarte de sueños, viajes fantásticos, elfos, hadas, enanitos (y gigantes), brujos… y llegar hasta las orillas del Paraíso a bordo de la alfombra mágica que desempolvo en muy contadas ocasiones. En mi compañía, por supuesto. Estoy pensando en el contraste cuando nos zambullamos, de consuno, en tu mar de realidades… aunque, de momento, ábreme la puerta de tus sueños porque, sino, me voy a colar por la ventana.
Por cierto, mi gran tolerancia y sentido del perdón anticipado hacia Vos me está permitiendo escribirle este correo … ¡¡¿qué es eso de no considerarme joven a mis años?!! ¡¡Señora!! Que aún conservo toda mi cabellera (canosa, eso si)
Hoy te voy a dejar un beso muy especial. Como aquél último que “recidistes” (palabra de nuevo cuño fusión, como el beso, de “recibistes” y “distes”) y te dejó literalmente pegada a unos labios… Es domingo. Día de culto. Me voyyyyyyyy.”
4 comentarios
agradablemujer -
Dicen los entendidos que la primera en conjugar el realismo magico,que le valio el Nobel a Marquez en "Cien años de Soledad",fue Dulce Maria Loynaz en su novela lirica,"Jardin". En lo personal,esta ultima me marco(no olvides el acento),pero prefiero "Cien años...",como prefiero una manera de seducir mas sencilla,un jazmin en un jarron de cristal transparente,no en uno de porcelana. Tanta "riqueza de vocabulario",mantiene distancia entre dos enamorados.
Un beso calido
L
calma -
Besos y buena semana
agradablemujer -
L
kale -